lunes, 13 de marzo de 2017

Después del caos, ¿Qué viene?

Zoa caminaba por las sinuosas calles de su ciudad. Todo estaba en penumbra. La noche había llegado antes que de costumbre, y las farolas estaban encendiéndose. Los truenos anunciaban la tormenta, pero ella no los escuchaba. Llevaba puestos los auriculares. Sonaba una música de tono melancólico. Alguien acariciaba las teclas del piano. No sabía quién era, pero en ese momento tampoco le importaba. Se sorprendió cuando una lágrima recorrió su rostro imparable, pero se sorprendió más cuando le siguieron incontables perlas húmedas, que salían de sus ojos constantes. Entró en el primer bar que vio, y se pidió una cerveza bien fría, en copa helada. Intentó analizar lo que acaba de sucederle, pero no le encontraba ninguna explicación que le convenciese.
Después de darle unos cuantos tragos a su cerveza, empezó a explicarse aquella crisis. Tal vez tuviese que ver con que nunca había sido chica de relaciones. Nunca le había interesado aquello, le gustaba conocer gente, no tener ataduras, disfrutar de las noches en las discotecas con las luces intermitentes e iluminación escasa. Le daba igual el aspecto si el alma que ella creía que esa persona encerraba brillaba por sí sola, pero ahora que quería experimentar una relación sana, de repente la vida le daba la espalda. Pocos están a su altura. En su mirada hay un aire enigmático, algo que produce que por mucho que creas conocer sus emociones, sus vicios, defectos y virtudes, hace que nunca decaiga tu interés por ella, que nunca dejes de querer escuchar su risa, sus historias. Yo, como narrador, la conozco, se de lo que hablo, creedme.
La única relación alargada en el tiempo, no había sido la mejor experiencia para adentrarse en ese mundo. Tal vez él la quería de verdad, o tal vez no, pero en aquel momento, Zoa consideró que era lo que necesitaba, y al principio las cosas no iban mal, pero las discusiones, los celos empezaron a abrirse paso, resquebrajando una frágil relación, un castillo de naipes. Él se ha ido lejos, y ella no lo echa de menos.
Encuentra siempre los talentos ocultos de las personas, hace envalentonarse a los tímidos, hace bajar la guardia a los creídos, deja sin palabras a quien siempre tiene respuestas, rebusca en los rincones más recónditos de las personas, y hace sentirse bien a quien llevaba tiempo en una espiral de desesperación, con una risa que muchos dicen que es una melodía si consiguen provocarle una carcajada sincera.
Es profunda y no encaja en ningún canon, eso no le importa de ninguna manera. La opinión de los demás le resbala como gotas de lluvia en un impermeable. Acepta consejos, pero no exigencias sobre cómo dirigir su vida. Tiene sueños grandes, sabe que la mala suerte es transitoria aunque últimamente se le olvida. No tiene miedo, no le tiemblan las piernas cuando la situación es adversa. Se crece en los malos momentos y siempre tiene las palabras adecuadas para que los que estén cabizbajos y con el rostro entre las manos, levanten la cabeza y sonrían.
Muchas de estas cosas ella no las sabe, pero como he dicho, un servidor la conoce y puede decirlas sin temor a error. No se explica su mala racha. Solo quiere a alguien que la quiera como es, con todas sus aristas, con sus buenos días y sus malos amaneceres. Solo eso, que la aprecie.

Se ha terminado la cerveza sin darse cuenta, paga la cuenta mientras tararea la canción que está ambientando el local. En ese momento se da cuenta de que está sola en el bar, pero no en la vida. Sonríe. Alguna vez se le olvida y se siente pequeña, pero cuando se acuerda se siente plena. Buena familia, buenos amigos, buena cerveza. La vida a veces puede ser bella hasta en las noches donde el día se oscurece antes de lo esperado, ¿no? La historia, su historia solo acaba de empezar, y yo seguiré aquí para relatarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario